Las Elecciones Parlamentarias del 10 de Marzo 2002 en Colombia

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PRESENTACION GENERAL
El 10 de marzo de 2002, poco m�s de dos semanas despu�s de la terminaci�n del proceso de paz con la organizaci�n insurgente Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ej�rcito del Pueblo (FARC-EP), los colombianos eligieron nueva C�mara de Representantes y Senado. A pesar de la creciente aprensi�n del electorado y del Gobierno acerca de la posible intervenci�n violenta de las organizaciones guerrilleras y paramilitares, las elecciones se llevaron a cabo en ambiente de calma y orden relativos. En parte, esto se debi� al despliegue, en gran escala, de fuerzas militares y de polic�a a lo largo y ancho del pa�s con el fin de garantizar la seguridad de los votantes.
Colombia tiene una larga tradici�n electoral dominada por los Partidos Conservador y Liberal. La reforma constitucional de 1991 introdujo cambios formales importantes en el r�gimen electoral, como la elecci�n de senadores por circunscripci�n nacional, regulaciones relativas a la financiaci�n de partidos y campa�as y el registro de candidatos. Sin embargo, estas medidas no lograron modificar las pr�cticas parlamentarias y estructuras pol�ticas tradicionales. Todav�a existen redes de mecenazgo, sobre todo a nivel departamental, y la representaci�n en el Congreso es sesgada para favorecer los dos partidos tradicionales y los departamentos m�s densamente poblados. Aun cuando el espectro de las fuerzas pol�ticas que participan en las elecciones se ha ampliado durante la d�cada de los noventa, las elecciones del 10 de marzo muestran que los Partidos Liberal y Conservador contin�an teniendo la fuerza para dominar el Congreso.
La novedad hoy en d�a tiene que ver con la escisi�n dentro del campo liberal, el relativo debilitamiento del Partido Conservador y el surgimiento de una cantidad de fuertes candidatos independientes. De un total de 102 esca�os en el Senado, �los liberales oficialistas y disidentes� obtuvieron 28 y 27, respectivamente, seguidos por 13 y 12 obtenidos por �conservadores oficialistas y disidentes�. Sin embargo, la mayor�a de los �grandes ganadores�, es decir, aquellos candidatos que obtuvieron el n�mero m�s alto de votos, son independientes, como los izquierdistas Antonio Navarro Wolf y Carlos Gaviria, o Germ�n Vargas y quien fuera Ministro de Defensa, Rafael Pardo, seguidores del candidato �liberal disidente� a la Presidencia �lvaro Uribe V�lez. Parece que Uribe V�lez, quien claramente lidera las encuestas preelectorales, podr� contar con una gran mayor�a en el Congreso si es elegido en la primera vuelta el 26 de mayo.
En gran medida, las elecciones del 10 de marzo, efectivamente, no se salieron de lo usual. Esto es bueno y malo. Es alentador que la violencia y las amenazas hicieron poco para impedir el curso normal de los procesos democr�ticos en Colombia. Sin embargo, ni en la forma como los candidatos manejaron las elecciones ni en la respuesta de los votantes, se pudo detectar algo sustancial que hubiera apuntado a una nueva pol�tica del tipo que se podr�a esperar en medio de una emergencia nacional.
En efecto, es muy improbable que el nuevo Congreso tenga un impacto significativo en el problema m�s urgente de Colombia: la soluci�n del conflicto armado interno de larga data. Las campa�as electorales, hist�ricamente, se han centrado en un candidato individual, que promete a sus votantes procurar el logro de sus intereses espec�ficos y locales. Las de ahora no fueron diferentes. Solo unos pocos candidatos realizaron sus campa�as sobre asuntos nacionales como la guerra y la paz y una amplia reforma pol�tica (por ejemplo una reforma radical del r�gimen electoral y del Congreso). La situaci�n en que se encuentre el pr�ximo Gobierno respecto a la paz y la guerra depende entonces de la elecci�n presidencial, y frente al tel�n de los ataques de los insurgentes desde enero de 2002, la mayor�a de los candidatos se han pronunciado fuertemente en favor de una pol�tica dura contra las FARC. La mayor influencia del poder legislativo en el futuro de la democracia colombiana, para bien o para mal, probablemente ser� determinada por el papel que eventualmente desempe�e en relaci�n con las reformas profundas que requiere el sistema pol�tico, independientemente del curso que tome el conflicto armado. Pero este Congreso es, en gran medida, parte del viejo sistema.
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